Poema dedicado a la Comunidad Educativa del colegio Juan XXIII – Chana, en especial a la memoria de D. Rogelio Macías quien, en aquel frío diciembre de 1995, me abriera las puertas y este centro comenzara a ser ‘mi casa’, y muy especialmente a mis alumnas y alumnos quienes me recuerdan a diario la importancia de los sueños…
Hay veces que uno se para a pensar, más si cabe en estos dos últimos años en los que la pandemia de la Covid19 ha golpeado tan duramente. En esta andadura hemos podido aprender el valor de los días en clase, de los juegos del patio, del poder acercarnos sin barreras, sin distancias, sin miedo… El dolor ha dejado un reguero de heridas abiertas, en su abismo de ausencia, de soledad, de desesperanza, …
Ahora como por entonces, nos toca, retomando los sueños, coger impulso en esa verdad de los desvelos, en la importancia del amor en todas sus manifestaciones. Sin duda, nos hemos echado de menos.
Por ello, en este presente que se nos revela como tiempo de balance, hemos de pararnos sin prisa a la orilla del camino que construyen nuestros pasos, valorando conciliar pensamientos, descubrir que lo peor no es el dolor que hemos sufrido en estos avatares ineludibles de la vida –nos hemos levantado en cada caída-, que tampoco lo son las heridas de las traiciones y las deslealtades –contemplamos en el equilibrio de nuestros principios, las cicatrices-, que tampoco lo es la soledad que tiene remedio en la mano tendida, que ni siquiera lo peor es la muerte. En este instante, en silencio, imaginémonos con los pies en la hierba de la orilla, estamos sintiendo ese tacto suave y verde en los tobillos, y hacia adentro podemos ver que lo peor es perder la esperanza, es no abrigar amor en el pecho…
A diferencia de quien pone en hora el reloj de los miedos, después de este inclemente y tenebroso mar que nos ha asolado estos dos últimos años tú puedes elegir como rehacer el viaje, puedes ser argonauta que puede aprender ‘por entonces’ a mirar el instante esperando navegar superando el miedo a la ausencia de certezas, sin negarte la esperanza compartida con el rumbo en cambiantes horizontes. Recuerda, recordemos, que siempre es mejor tender la mano sin juzgar el temblor de la gente, sin parar el reloj de los sueños.
Yo solo te ofrezco unas letras y espero que al tomar el timón de este poema sientas la mano tendida y la osadía de navegar.
Es mi humilde opinión, no hay nada más sorprendente que verse a uno mismo navegando al timón de un poema. Ahora te invito a subir a bordo: ‘Por entonces’ parte del puerto de tus ojos.